sábado, 25 de julio de 2009

Palabras



La palabra abracadabra
para mi, significa nada.


Pero por alguna razón de chica me gustaba mucho, aunque hasta el día de hoy no termino de pronunciarla bien, si se me ocurre decirla de un solo tirón y con afanes seudo chistosos, peor aun, si hubo vino de por medio.

Pero la palabra, como invención a veces, como expresión o silencio, sí que me gusta.

Hace mucho tiempo, en tiempos estudiantes, analizábamos la poesía de Alejandra Pizarnik, poeta argentina de huída temprana y talento envidiable.

Su temática, más alla de los valores universales del odio, amor, pena o demás, parecía por momentos -largos, densos y transparentes- referida, sobre todo, a la palabra.

Era como si de herramienta de expresión, este medio que llamamos palabra, pasara a ser justamente la causa del silencio; como si nombrar impregnara un contenido inamovible, que después hiciera de dicha palabra algo que no transmite, que no nombra, que nos limita.

Pizarnik, en su desesperación, huye de la palabra, la vituperia, nos dice que tiene filo, que mata.

Muerta, finalmente un día -cuando aun no tenía ni cuarenta-, Alejandra nos deja el legado de un proceso de ecepticismo ante la palabra escrita, ante los significados que ya no demuestran las cosas, si no que las configuran y hasta les roban la esencia.

De su nombre, dijo, que era solo un nombre, y que debajo estaba ella.

Para los interesados, recomiendo el libro Poesía Completa de Alejandra Pizarnik, de la editorial Lumen (2005). Esta recopilación incluye los poemarios "La tierra más ajena", "La última inocencia", "Las aventuras perdidas", "Árbol de Diana", "Los trabajos y las noches", "Extracción de la piedra de la locura", y "El infierno musical".

Vale la pena darle una ojeada. En el librero de mi vida, es de los privilegiados.








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